Todo comenzó un sábado por la mañana en el trabajo. Necesitaba cambiar de aires, despejarme, así que envié un WhatsApp a Mary, mi mujer, diciendo: Deja comida en la nevera para los hijos, que tú y yo pasamos la noche fuera.
Dicho y hecho, así fue. Llegué a casa y mi mujer no me había contestado, así que yo ni me acordaba del mensaje. Resulta que se le había olvidado contestar, pero ya estaba dispuesta a salir de viaje y en moto.
Y ahora… ¿a dónde vamos?
Al no contestar a mi mensaje yo no había pensado a dónde ir. Tenía que pensar algo rápido. Pensé en Zarautz, pero al coincidir con la fecha del festival de cine de Donosti no tenía claro que encontrásemos hotel tan fácilmente. Busqué en Booking y hubo suerte. Teníamos habitación.
Una hora después de llegar a casa ya teníamos la moto cargada con el equipaje justo para pasar la noche y volver el día siguiente. No hacía falta mucho.
Como Mary no está acostumbrada a viajar en moto decidimos parar un rato cada hora de viaje. Así no se le haría tan pesado. Partimos con esta idea desde Utebo, nuestro pueblo y una hora después ya estábamos descansando en Tafalla.

Tras un pequeño descanso en el que vimos que los dos íbamos muy bien proseguimos hasta completar la siguiente hora, que fue en un área de servicio a treinta kilómetros de San Sebastián. Buen momento para tomar un café, ya tranquilos por no tener prisa por llegar al hotel y por el buen tiempo que estaba haciendo. De nuevo, tras el descanso continuamos.

Lo que nos quedaba hasta Zarautz, que ya era poco, lo hicimos sin parar ya.
El hotel estaba en la plaza de la música. fuimos allí directos. Paso por recepción, subir el equipaje, ducha y a dar una vuelta, que aún no eran las ocho de la tarde.
Estábamos en pleno centro histórico de Zarautz, una zona repleta de bares típicos donde lo que más abunda son los pintxos. Así que no nos lo pensamos dos veces, pintxos cenaríamos. Da igual a qué bar entres, lo normal es ir recorriéndolos probando la gran oferta culinaria de este tipo de tapas. Nosotros degustamos una gran variedad y no sabría decir cual estaba más bueno. Eran todos exquisitos, aquí no hay equivocación posible al elegir.

Tras la cena y tomar algo por los bares de la zona nos fuimos a dormir al hotel. Me habría gustado que hubiese tenido garaje, pero esa noche, muy a mi pesar, nuestra querida Pan European durmió en la calle acompañada por otras motos.

Ruta del domingo
Nos levantamos el domingo a eso de las nueve de la mañana. Nos dimos una buena ducha antes de dejar la habitación y, como íbamos ligeros de equipaje, poco nos costó recoger y desayunar en el mismo hotel antes de dar un paseo por la playa y continuar, aún no habíamos decidido a donde, haciendo ruta.

Tras el paseo por la playa decidimos ir a Lekeitio. Se me ocurrió al recordar los primeros viajes que hice con mi primera moto, mi añorada Honda XL 125 París Dakar. Ya hace casi treinta años de eso. Me encantaba venir por aquí y llegar hasta Lekeitio por la costa. Ese fue el mismo itinerario que haríamos. Esta vez más cómodos con la Pan European, pero con la misma ilusión con la que viajaba con aquella Hondita que tanto me enseñó y me descubrió.

Salimos de Zarautz sin prisas y disfrutando de todo lo que íbamos viendo.
Cuando viajaba con mi XL por esas carreteras pensaba que sería estupendo rodar por ellas con una moto grande. Disfrutando de las curvas a gran velocidad y sin tener que exprimir el motor al máximo, pero la verdad es que con la Pan no creo que fuese tan rápido como con aquella moto.
Continuaos por la costa hasta llegar a Lekeitio. Fuimos todo el camino cruzándonos con decenas de motos y otras tantas, todas erres, nos iban adelantando con prisa, a ritmo de circuito.
Al llegar a Lekeitio volvían a mi memoria las veces que fui allí en mis comienzos en esto de viajar en moto. Pude comprobar cómo aquí si que ha habido algún cambio, para mejor, en el puerto. Antes estaba permitido el acceso de coches hasta el mismísimo borde del muelle, servía como aparcamiento. Ahora, en cambio, los coches no pueden acceder. Con la moto aún se puede. Una gran mejora. Ahora es más bonito todavía.


Nada más llegar dimos un paseo por el puerto. Es muy bonito, aunque ahora hay más embarcaciones de recreo que antaño. Antes predominaban los barcos y barcazas de pescadores, dando un encanto muy especial al paisaje portuario.
Las vistas, sin embargo, siguen siendo preciosas.

Un recurso natural que embellece tanto el puerto como el pueblo y sus playas es la isla de San Nicolás.

Esta isla es accesible a pie cuando baja la marea. Hay que ser prudente, ya que en las horas de pleamar solo se puede salir de ella a nado o con alguna embarcación.

Tras contemplar el puerto y las playas del pueblo nos dimos cuenta de que se nos había echado encima la hora de comer. Tal como hicimos la noche anterior nos decantamos por las tapas y los pintxos. Básicamente en eso consistió nuestra alimentación durante el fin de semana.

Llegó la hora de partir
Se estaba muy bien, pero llegó la hora de emprender el camino de vuelta a casa.

Seguimos con la idea de hacer una parada cada hora. Esta vez fuimos un tramo por estupendas carreteras con buenas curvas hasta Itziar. Allí cogimos la autopista y el primer descanso fue ya entrados en Navarra.

Continuamos por autovía hasta Tafalla. Es mucho más aburrido que por la carretera, pero en esta ocasión nos sirvió para ganar tiempo en el regreso. Este tiempo nos vino bien para hacer otra visita que nos pillaba de paso.
Visita improvisada
Lo cierto es que todo en este viaje fue improvisado, pero que uno de los descansos que hacíamos cada hora coincidiese con el cruce de Olite… ¿Qué mejor ocasión para visitar el pueblo y su castillo? Así lo hicimos. Además tuvimos la suerte de que ese día la entrada al castillo era gratuita por ser la semana europea de la cultura.

El Castillo de Olite es inmenso y lleva su tiempo visitarlo, pero sin duda que merece la pena hacerlo.

No se cansa uno de recorrer todas sus estancias y subir a sus torres por estrechas escaleras de caracol.

Nosotros tuvimos suerte por la poca gente que había visitándolo por la tarde. Normalmente hay que hacer fila para sacar las entradas y luego para entrar. Nos enteramos de que se pueden conseguir las entradas on line y evitar algo de espera.
Finalizamos el viaje
La visita al Castillo de Olite nos dejó con hambre. Esto no supuso problema alguno. De nuevo degustamos el tapeo de la zona en uno de los bares de la plaza.
Después de unas cuantas tapas ya solo nos quedaba ponernos en marcha para completar nuestro viaje, escapada de fin de semana llegando a nuestra casa.
Esta parte del viaje se nos hizo más pesada. Primero porque mientras estábamos visitando el castillo se empezó a levantar bastante viento. Era un cierzo que hacía incómoda la conducción de la moto al azotarnos de costado. Esto duró hasta llegar al cruce de la carretera de Logroño. Desde ese cruce, ya con el viento a favor, fuimos por autovía hasta entrar en Aragón, donde la autovía se convierte en carretera convencional, estrecha y con una línea continua de veinte kilómetros.
Pasado este trámite llegamos a casa tras recorrer 650 kilómetros y con ganas de vernos otra vez viajando en moto. No tardaremos mucho en hacerlo.
Dioni Salavera
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