Cómo han cambiado los tiempos para la moto.

Hoy en día la moto es vista por unos como un capricho, como un medio de transporte alternativo por otros, hay quien ve en ella un sentimiento romántico de caballero andante del siglo XXI, una pasión o un deporte.

Lo cierto es que el concepto de qué es la moto ha ido cambiando con el paso de los años. Seguramente si tu padre o tu abuelo han sido motoristas -antes no eran moteros- su idea de lo que la moto representa diferirá de la tuya.

Por ejemplo, si pensando en la necesidad de transporte nos remontamos en el tiempo hasta los años de posguerra nos encontramos con imágenes de tranvías abarrotados de gente, aceras llenas de personas caminando y algún afortunado en bicicleta.

¿Te imaginas lo que por entonces era tener una moto? Quien tenía una disfrutaba de la libertad de desplazarse sin depender de nadie, sin apretujase en un autobús ni estar pendiente de horarios ni sufrir atascos. Era todo un lujo al alcance de muy pocos.

Para ellos eso era lo que representaba ser dueños de una motocicleta. La mayoría no la tenía por el placer de la conducción, las curvas o sentir el viento en la cara. Algunos si que tendrían esos sentimientos, pero para la inmensa mayoría era el vehículo que tenían la fortuna de poseer.

Las motos no estaban al alcance del bolsillo de cualquiera, pero eran más baratas que un coche y se les sacaba el máximo partido. Servían para transportar todo tipo de objetos y todas las personas que pudiesen albergar.

Seguro que si naciste en los años sesenta o setenta has visto imágenes que ahora solo se contemplan en países asiáticos. Familias enteras montadas en una moto pequeña, remolcando cacharros, etc.

Desde luego, aunque la motocicleta era un lujo y un bien muy preciado no era un artículo mimado como ahora estamos acostumbrados a hacer. Era más bien algo práctico.

Había unos cuantos, muy pocos, que sí que encontraban en la moto ese placer que nosotros sentimos hoy y que además se lo podían permitir. Gracias a ello todavía encontramos pequeñas joyas. Motos que no fueron deslomadas acarreando personas y mercancías.

Si el concepto de la motocicleta era un medio que resolvía las necesidades de transporte, el motociclista era un ser envidiado. Era propietario de un vehículo.

La cuestión práctica y lo costoso que era comprar un coche, algo casi imposible para casi toda la población, hizo que se desarrollasen ingenios como el sidecar. La concepción práctica de la unión de moto y comodidad por excelencia.

Con el tiempo llegó la moto «asequible» para gran cantidad de personas. Este honor lo ostenta la Vespa. ¿En qué familia no ha habido una?

La Vespa cubría las necesidades de desplazamiento de forma económica. Además resolvió los inconvenientes de las motos conocidas hasta entonces. Protegía del frío y el viento, evitaba las salpicaduras con el suelo mojado, disponía de rueda de repuesto… Costaba unas 7.000 pesetas de entonces, lo que para muchos eran varios meses de trabajo.

Fue todo un éxito y se popularizó muchísimo en poco tiempo. El que tenía una Vespa podía ir al trabajo en moto y salir al campo los fines de semana con la familia. Yo mismo he ido en ella con mis padres y mi hermano, los cuatro montados. Algo normal por aquel entonces.

Aunque había muchos motoristas, la mayoría lo era porque no podían acceder a ser propietarios de un coche.

Hasta que llegó el fenómeno del 600. Un coche que si bien era caro empezaba a estar al alcance de muchos. El 600 costaba 65.000 pesetas cuando el salario medio era de unas 8.000

Pronto se popularizó, sobretodo cuando se empezaron a vender las primeras unidades de segunda mano.

Muchos que hasta entonces se habían desplazado en moto, ahora tras el volante miraban con sonrisa displicente a los motoristas al cruzarse con ellos.

Eran incapaces de comprender que algunos prefiriesen la moto y siguieran desplazándose en ella.

El motorista que hasta entonces había sido un ser envidiado pasó a ser el pariente pobre. No se concebía que alguien fuese en moto por gusto, seguro que era por desventaja económica, porque no se podía comprar un coche.

Todavía sufrió más cambios la imagen de la moto y el motero con El Paso del tiempo.

Conforme fue prosperando la economía las motocicletas empezaron a estar al alcance de los jóvenes, que veían en ella el aliado ideal para lograr su independencia y libertad. Así el motorista empezó a verse como alguien joven, rebelde y con ganas de llamar la atención.

A ello contribuyó la aparición de diferentes tribus motoristas como los mod y los rocker, con diferentes tipos de moto y mucha rivalidad entre ellos.

Recuerda si no, o ve la película «Quadrophenia». La imagen del que amaba la moto en aquellos años no salió muy beneficiada.

Afortunadamente con el tiempo todo se fue normalizando y de nuevo la concepción de moto y motorista fue cambiando poco a poco.

Algunos de los que cambiaron la Vespa por el 600 echaban de menos los años en que se desplazaban sobre dos ruedas. Muchos de ellos volvieron a comprar una moto y descubrieron que les encantaba. Estos eran vistos como personas que una vez entrados en la madurez buscaban una segunda juventud.

Luego los hijos de estos, en muchos casos, se convirtieron en moteros cuando alcanzaron la edad. Así hemos llegado hasta nuestros días, en que la percepción de las motos y sus propietarios es totalmente distinta.

Hoy se ve al motero de muchas formas. Está el que lo es por cuestiones prácticas y se desplaza en scooter por la ciudad, el apasionado que parece que se ha escapado del campeonato de moto gp, el viajero al que le encanta recorrer cientos o miles de kilómetros, el endurero de fin de semana… La lista es muy larga.

Aunque en cada estilo se cataloga a la moto y a su dueño de una forma, en el fondo creo que los moteros volvemos a ser seres envidiados. Esta vez no por ser de los pocos privilegiados que poseen un vehículo propio como antaño. Ahora creo que se nos puede envidiar porque queda claro que vamos en moto porque nos gusta y además lo disfrutamos.

Ya no se nos ve como los parientes pobres que van en moto porque no les queda otra. Se nos ve como personas que disfrutamos con un modo de desplazamiento apasionante, que somos felices cuando vamos montados en nuestra moto y que además formamos parte de un colectivo en el que todavía reina la camaradería.

En el fondo, después de todos los cambios de percepción que ha habido sobre el mundo de la moto, creo que a muchos que no lo son les gustaría ser moteros.

 

Dioni Salavera.

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