La semana pasada te contaba la primera parte de este viaje. Salimos de Pisa y nos quedamos en camino a Venecia, ciudad que sólo conocíamos por fotos y queríamos conocer en persona. Sabíamos lo bonita que era, sin embargo la realidad superó todas nuestras expectativas.

Partiendo de Pisa cruzamos la Cordillera de Los Apeninos y el paisaje volvía a ser de extensa llanura. Aún así llamaba la atención lo verde de los campos durante todo el recorrido.
Ya por la tarde llegamos a Venecia atravesando con las emociones a flor de piel el largo puente que une isla y litoral. Habíamos alcanzado el punto más lejano de nuestro viaje.
Lo primero que debíamos hacer era encontrar un buen parking para la moto. Iba a estar parada dos días y queríamos que fuese lo más seguro posible.

Mientras preparaba el viaje, buscando opciones de parking en Venecia, encontré el de Tronchetto. Es bastante nuevo y me dio buena impresión. Eso si, barato no era. El precio por los dos días fue de 42€.
Ya sabía lo que iba a costar la posada de la moto, pero con lo bien que se porta con nosotros y las alegrías que nos da bien merece los cuidados que le damos.

Las plazas de aparcamiento para las motos eran amplias y estaban en buena zona. Es cierto que cobran lo mismo que si fuese un coche, pero también lo es que el espacio disponible es el mismo que ocuparía un vehículo de cuatro ruedas.

Teníamos un kilómetro y medio hasta nuestro hotel, distancia que cubrimos caminando. Cuando ya llevábamos medio camino hecho nos sorprendieron los primeros canales de la ciudad. Este momento también fue muy emocionante.
Enseguida llegamos a la que iba a ser nuestra casa en Venecia por dos noches.
Tras ocupar la habitación el ritual fue el habitual. Una buena ducha y a patear la ciudad que tantas ganas teníamos de conocer.

El primer lugar al que queríamos ir era la Plaza de San Marcos. Para ello comenzamos a recorrer calles y plazas, cruzar puentes y caminar junto a canales descubriendo rincones maravillosos hasta que nos perdimos. En ese momento comenzamos a tirar de GPS y nos dimos cuenta realmente de la utilidad de esta aplicación del smartphone.

Así fuimos recorriendo la ciudad, quedándonos embelesados con cada puente y cada canal que cruzábamos. Cada rincón nos hacía sentir como si estuviésemos dentro de una de las postales que tantas veces habíamos visto.

No importa por dónde pasees en Venecia. Todo te parecerá precioso, romántico, interesante…

Mientras íbamos a San Marcos, de vez en cuando pasábamos por algún lugar famoso que encontrábamos por casualidad en nuestro camino, como el Puente de Rialto,

sin embargo, cualquier sitio menos conocido que se cruzaba en nuestra mirada nos gustaba tanto o más.

Todo un placer para los sentidos perderse por Venecia. Incluso para el olfato. Nos habían dicho muchas veces que en Venecia olía muy mal, pero no era así. En los dos días que estuvimos recorriéndola no notamos ningún mal olor, ni tampoco vimos una sola cucaracha, cosa que también nos habían contado que abunda por allí. Hasta el color del agua era bonito.
Impresiona la preciosa ciudad que construyeron en lo que en su día fue un grupo de más de cien islotes de fango. En cada islote hay unas pocas manzanas de casas con calles peatonales y está rodeado por canales. Luego, para pasar de un islote a otro fueron construyendo puentes.
Así, absortos en todo cuanto nos rodeaba, llegamos a la Plaza de San Marcos. Nos impresionó lo grande que es. Contrasta en una ciudad con un espacio limitado la estrechez de sus calles, alguna de poco más de un metro de ancho, con la amplitud de alguna de sus plazas.

En lo primero que nos fijamos fue en la Basílica de San Marcos. Ya han pasado casi mil años desde el comienzo de su construcción.
¿Cómo pudieron hacer algo así sobre un suelo prácticamente de barro, blando e inestable? Pues para su construcción utilizaron una técnica muy ingeniosa usada para todos los demás edificios de Venecia.
Comenzaron rodeando cada islote con un muro de ladrillos para evitar la erosión. Después empezaban a construir en cada pequeña isla.
La basílica está edificada sobre una plataforma de más de un millón y medio de maderos. Primero se clavaban de punta a cuatro metros de hondura en el suelo lodoso en varias hileras a una distancia de un metro de uno a otro. Luego se ponían más maderos sobre los primeros formando un suelo de madera. Así, sobre esa superficie está construido este edificio.
Si intentas hacer una foto de su fachada verás al enfocar tu cámara que hay delante tres postes que fastidian un montón. Estos postes son tres mástiles que representan los reinos que la República de Venecia conquistó. Creta, Chipre y Morea.

El Campanile, con sus 98 metros es el edificio más alto de la ciudad. Sirvió como faro para navegantes y para indicar a la población el comienzo y final de la jornada laboral y demás acontecimientos mediante diferentes toques de campana. Se terminó en 1515, pero se derrumbó en 1902. Diez años más tarde estaba reconstruido de nuevo tal y como era antes.

Se considera a la Plaza de San Marcos como el salón más bonito de Europa. Habrá gustos para todo, pero a nosotros nos encantó. Casi nos costaba creer que estuviésemos allí. Fue especialmente emotivo contemplar la plaza en el momento en que se encendieron las luces.

También está en la plaza el Palacio Ducal, símbolo de la gloria y poder de Venecia. Fue sede del gobierno, corte de justicia y prisión. Está construido al revés de lo que parecería lógico, con las columnas y parte más ligera del edificio a ras de calle y lo más pesado arriba. Esto se hizo así para mostrar lo accesible que debía ser el gobierno para los venecianos.
Detrás del Palacio Ducal está el famoso Puente de los Suspiros. Este puente une el palacio con los calabozos y se llama así por los condenados que suspiraban al pasar por el y pensar que tal vez fuese la última vez que verían el cielo y el mar.

Por último, hay dos columnas en la plaza juro al Canal de Giudecca. Son enormes y de una sola pieza de granito.
Las llevaron allí en el siglo XII desde Constantinopla y se colocaron donde están como ornamento para la entrada principal de la ciudad, aunque se usaron también como lugar de ejecución para los condenados a muerte.
Iban a ser tres columnas, pero al descargarlas del barco que las transportaba se cayó una al agua y allí sigue, en el fondo de la laguna nueve siglos después.
Encontrarás mucha información sobre estas columnas en internet. Cómo las pusieron en pie, anécdotas, leyendas y supersticiones.

Así, deleitándonos por los alrededores de San Marcos fue llegando la noche y fuimos paseando sin rumbo. ¿Qué mas daba hacia dónde fuésemos?, era todo precioso.

Al igual que en Pisa nos encantó pasear por la noche viendo iluminados los puentes y canales. Además había mucha menos gente.

Contemplar así el Puente de Rialto no tiene precio. Este puente es el más antiguo de los cuatro que cruzan el Gran Canal. En 1444 se derrumbó debido al peso de una multitud de personas que contemplaba un desfile naval. El puente actual es de 1591. Se ve que el diseño fue muy innovador en su época y tuvo que resolver varios problemas de ingeniería. El caso es que ahí sigue, aguantando el paso de millones de turistas que visitan Venecia todos los años.
Poco a poco llegamos a nuestra habitación. Nuestro primer día en Venecia fue una experiencia maravillosa. Era todo tan bonito y tan diferente de lo que conocemos que todo nos impresionaba.
Esto último me dio qué pensar por la mañana el día siguiente. Fuimos a desayunar y a comprar dos abonos de un día para el vaporetto, lo que para nosotros es el autobús urbano y que allí es lo mismo pero en barco.
Al no poder ir en moto por Venecia me puse a pensar en los medios de transporte utilizados por aquí.

Los taxis por ejemplo son lanchas como la de la foto. El servicio de taxi es bastante caro por cierto.

La recogida y reparto de ropa para las lavanderías de los hoteles se hace también con barcos.

Las ambulancias, por supuesto tienen que ser lanchas. A veces hacen recorridos bastante largos entre más islas de la zona, ya que Venecia no es la única con canales en lugar de calles.

Los materiales de construcción lo mismo, se tienen que repartir por agua en embarcaciones adaptadas para ello.

El reparto a las fruterías y tiendas de comestibles.

Así se reparte la cerveza y bebidas para los bares y restaurantes. En la foto se ve lo que aquí sería un camión de cerveza.

Los bomberos no son menos. Para llegar a cualquier sitio en caso de emergencia necesitan desplazarse por el agua.

El mencionado vaporetto, que hace las veces de autobús urbano. Es la mejor opción para moverte por Venecia y las islas vecinas. Si vas a ir infórmate sobre los abonos de transporte de este medio. Por veinte Euros puedes comprar un abono de un día y montar todas las veces que quieras. con tres veces que lo uses ya te ahorras algo.

¿Cuántas veces has visto repartir helados y congelados a las tiendas con barcos? Para los lugareños es lo más normal del mundo, pero a mi me llamaba la atención todo lo que veía. Había hasta barcos de recogida de basura.

Ya ves que me deleité con todos los medios de transporte disponibles en la zona. Aquí todo se mueve por el agua. Mira si no el barco de UPS haciendo su reparto de paquetería.
Lo que si eché en falta fue ver alguna moto de agua. Supongo que no estarán permitidas por alguna razón, pero sería divertido moverse con una por los canales.
Pensando en cómo Venecia supo adaptarse para cubrir sus necesidades de movilidad llegué a la conclusión de que la vida aquí no debió ser nada fácil al principio. Piensa que en sus comienzos esto solo eran más de cien pequeños islotes de barro en medio de una laguna de agua salada comunicada con el Mar Adriático. La gente fue a vivir allí porque no le quedó más remedio en el siglo V huyendo de los ataques de los pueblos germanos.
Es increíble la maravilla de ciudad que hicieron aquí con el paso del tiempo, pero, ¿Cómo conseguirían lo básico para sobrevivir? Agua, comida, refugio…
Ya he explicado antes las técnicas de construcción que desarrollaron, pero, ¿y lo demás?
El agua dulce en medio de una laguna salada la obtenían de la lluvia. Construyeron muchos pozos como el de la foto.

Estos pozos se construían en una superficie plana rodeados por cuatro rejillas encargadas de canalizar el agua al interior del aljibe.

En esta foto se ven las rejillas, estaban en la parte mas honda pata recoger la mayor cantidad posible de agua cuando llovía. El agua se canalizaba de las rejillas al pozo y entre medio había capas de arena que la filtraban. Así conseguían agua potable. Normalmente hay uno de estos pozos en cada plaza.
Otra cosa que me resultó curiosa fue el cementerio de Venecia, que ocupa una isla cercana.

Por lo visto, hasta la invasión Napoleónica, los enterramientos tenían lugar en el poco espacio del que disponía la ciudad. Esto generaba problemas de salubridad.
Para evitar esto Napoleón ordenó construir un nuevo cementerio en la cercana isla de San Michele.
Hasta mediados del siglo pasado los entierros se desarrollaban con una procesión de embarcaciones de remo siguiendo a una góndola fúnebre hasta la isla cementerio.
Por cierto. ¿Te has fijado en que no salen postes ni cables eléctricos en las fotos? Eso es porque en lugar de ir por el aire las conducciones eléctricas están soterradas. Cuando los cables deben cruzar un canal se aprovechan los puentes para pasarlos. Todo un detalle estético.
Absorto en todas estas curiosidades que iba descubriendo mientras nos íbamos desplazando en el vaporetto llegamos a la cercana isla de Murano, conocida por la maestría de sus artesanos del vidrio.

Murano se hizo famosa cuando en 1291 se obligó a todos los cristaleros de Venecia a mudarse allí con sus negocios. El motivo de este decreto fue la cantidad de incendios que se producían en la ciudad por los hornos para fundir el vidrio. Hay que pensar que por entonces casi todas las casas eran de madera.

Esto es una muestra más de la capacidad de superación y adaptación de las gentes que habitaron estas islas desde la antigüedad. El resultado del decreto fue que, al estar tantos maestros del mismo oficio concentrados allí, se desarrollaron unas técnicas en la fabricación de objetos de vidrio desconocidas hasta entonces.

Los secretos del oficio se guardaban con tal celo que los maestros vidrieros tenían prohibido abandonar la isla bajo pena de muerte. Hasta ese punto protegían los entresijos de las técnicas desarrolladas.

Murano es mucho más tranquila que Venecia, no hay tantos turistas y es un placer pasear por sus calles y canales.
Algo que merece mucho la pena ver en Murano es algún taller de fabricación de objetos de vidrio. Por supuesto que lo hicimos.
En algunos talleres permiten la entrada libre al público y se puede ver a los artesanos trabajando. Hay otros en los que se requiere reservar hora pagando y te permiten hacer tu propia pieza de cristal que te llevas de recuerdo.
Nosotros visitamos la Vetreria Venier. La entrada es libre y hay incluso asientos para ver con detalle todo el proceso de fabricación.
Desde que el vidrio se funde hasta que el artesano lo coge con un tubo y empieza a soplar. Poco a poco va cogiendo volumen.
Luego, con herramientas lo va moldeando hasta conseguir la forma deseada.
Finalmente muestra al público la pieza terminada y recibe unos merecidos aplausos.
Desde luego algunas piezas son espectaculares.
La visita a los talleres de las vidrierías están pensadas como reclamo para que luego los visitantes pasen por la tienda.
La idea es que compres algo de recuerdo. Algunas cosas son muy bonitas.
Aunque a nosotros los precios nos disuadieron de comprar. No somos de los que pagan varios miles de Euros por una lámpara, por muy bonita que sea.
La Vetreria Venier es muy conocida. Tienen un mural con fotos de celebridades que la han visitado. A ver si les envío la nuestra para que la pongan también.
Después de esto visitamos el museo del vidrio.
La entrada cuesta 14€ por persona. Si merece la pena o no depende de lo que te guste. A Mary le encantó y a mi me pareció muy interesante.

Recorrer Murano no cuesta mucho tiempo. Ese día madrugamos bastante para aprovecharlo bien, así que a la hora de comer tomamos otro vaporetto para ir a otra isla que se llama casi igual. Burano.

Al igual que Murano es famoso por la elaboración de objetos de vidrio, Burano lo es por la confección de tejidos de ganchillo y encaje de bolillos. Hay también un museo sobre eso.

Nada más desembarcar del vaporetto comimos en la primera terraza que vimos. El menú nos pareció cuanto menos curioso. Consistía en una fritura de pescado y patatas servida en un plato comestible hecho de pan. Literalmente nos comimos hasta el plato, que por cierto estaba muy bueno.

A nosotros lo que más nos gustó de Burano fue el colorido de sus casas, no hay dos seguidas del mismo color.

Desde luego llama la atención el arcoíris que forma este pueblo.

El origen de este estallido de color viene ya de la antigüedad. Dicen que en los días de niebla a los pescadores les costaba distinguir cuál era su casa desde los canales. Pintar las casas de colores chillones fue la solución que se les ocurrió.

Hoy todavía se mantiene esa tradición, aunque los propietarios no pueden pintar sus casas del color que quieran. Si quieren cambiar el color de su casa deben pedir permiso al ayuntamiento. Tras obtenerlo pueden pintarla, pero solo con los colores autorizados para cada zona.

Burano sigue manteniendo la esencia de pueblo pequeño.

Me recordaba al típico pueblo en el que se podían pasar las vacaciones con los abuelos cuando yo era un niño.

No puedes pasear por allí sin una cámara de fotos. Tanto contraste cromático da a la isla un encanto muy especial.

La atmósfera que envuelve a la isla, sus coloridas casas, el trazado de sus calles y plazas… es imposible dejar de hacer fotos.

Es un lugar turístico, pero no vimos que se produjesen aglomeraciones.

Nos encantó la tranquilidad que se respiraba en el ambiente.

Es todo un placer perderse por sus calles, plazas y canales.
En cuanto al producto típico de aquí, las prendas hechas de encaje, te diré que hay puestos de venta por todas partes, pero si quieres comprar algo asegúrate de que sea auténtico y no estés comprando gato chino por liebre de Burano.

Un lugar perfecto para disfrutar de paz y relajarse.

Tras el tranquilo paseo por Burano volvimos a la bulliciosa Venecia. Montamos de nuevo en el vaporetto que nos dejó en la plaza de San Marcos.

Allí mismo, mirando hacia el canal de Giudecca vimos pasar un gran barco. Se trataba de un moderno crucero de grandes dimensiones que contrastaba con las tradicionales y frágiles góndolas.
Nos sorprendió que estuviese permitido el paso de este tipo de embarcaciones por allí.
Esta foto fue tomada una semana antes de que un barco igual chocase con la orilla del canal embistiendo a una embarcación turística.

Pasamos por la parte trasera del Palacio Ducal, donde está el Puente de los Suspiros, del que ya he hablado antes.

Paseamos de nuevo por la plaza, disfrutando de la tarde mientras escuchábamos la música con que amenizaban las orquestas de los cafés.

Disfrutamos viendo el ir y venir de las góndolas. Y, para terminar el día nos fuimos a la ópera.

Si. Nos gusta la ópera. Pasamos casualmente por el teatro La Fenice y faltaban menos de dos horas para que comenzara la representación de Turandot.
Nuestro atuendo no estaba acorde con lo que se acostumbra a llevar en este tipo de espectáculo, pero poco nos importó.

La Fenice es uno de los teatros de ópera más famosos. Se inauguró en 1792 y se ha quemado dos veces, la última en 1996.

Es un teatro precioso. Me habría gustado verlo aún sin haber ninguna función. Contemplarlo disfrutando de la ópera fue como la guinda del delicioso pastel que fue ese día.

Al terminar la ópera volvimos a nuestro alojamiento como la noche anterior. Un poco tristes por ser nuestra última noche en Venecia, pero disfrutando de perdernos en cada rincón.
Llegó el momento de partir.

Temprano, por la mañana preparamos nuestro equipaje, que no era mucho. Fuimos a desayunar y por fin a buscar la moto.
Llegamos al parking de Tronchetto con pena en el corazón, pero dispuestos a recorrer los más de 500 kilómetros que teníamos por delante hasta nuestra siguiente ciudad. Roma.

El viaje lo hicimos con calma, disfrutando de cada kilómetro de la carretera y del paisaje, viajando como hay que viajar, sin prisa.

Descubrimos unos cafés para llevar que nos fueron muy útiles, además estaban muy buenos. No se si se venden aquí, me tengo que informar.

Así, poco a poco fuimos cubriendo la distancia que debíamos recorrer para llegar a la Ciudad Eterna.

Pero eso te lo contaremos la próxima semana. De momento espero que te haya gustado la parte del viaje que te acabamos de contar.
Dioni Salavera.
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